El día en que mi mamá me contó que planeaba mudarse, nunca me imaginé lo que despertaría en mí la experiencia. La idea en sí me resultaba algo molesta, por todas las desventajas que tenía y porque no creo que sea mucha gente la que tenga ganas de sentarse a revisar todas sus cosas mientras las mete en cajas, intentando tirar la mayor parte de las porquerías que acumuló a lo largo de los años. Además, me gustaba mi casa y estaba acostumbrada a vivir allí. Pero mi hermano iba a nacer pronto y definitivamente necesitábamos un lugar más espacioso donde alojarnos.
Mi mamá había estado averiguando el precio de algunos departamentos, viendo en qué condiciones se encontraban, etc. Un día me dijo "voy a ver una casa, ¿querés venir?". Obviamente le dije que no tenía ganas (en estos momentos me arrepiento de ser tan pajera) y seguí con lo que estaba haciendo, que probablemente era nada. Al volver, me contó que la casa era bastante grande para estar en capital, que habló un largo rato con la dueña, una tal Gabriela Choruzy, quien tenía un hijo adolescente. Nada que me llamara mucho la atención.
Pasado un tiempo, me contó que había decidido alquilar ese departamento, por lo que vencí mi constante estado vegetativo para dirigirme a lo que próximamente sería mi hogar. Imagínense mi sorpresa cuando abrí la puerta de la que hoy en día es mi habitación. Lo primero que vi me impactó, las paredes resaltaban a kilómetros por ser dos de ellas azules y las dos restantes verdes. Mi vista recorrió rápidamente la habitación de izquierda a derecha, topándose con cosas curiosas como una corbata roja colgada en una pared, algunos libros y CDs desparramados por ahí y hasta una señal de tránsito (al principio lo dudé, pero luego descubrí que realmente la había sacado de la calle). Me quedé atónita, presentía lo que pasaría.
La primera noche que dormimos allí me puse como loca. Quería saber sobre ese chico, quería conocer su historia. Quizás mis hallazgos no hayan sido los más reveladores, pero para mí cada pequeño detalle que encontraba ayudaba a conformar su perfil en mi cabeza, que por alguna razón siempre me llamó mucho la atención. Conseguí varios datos personales, tales como su nombre, fecha de nacimiento, DNI y me enteré que en ese momento estaba en los últimos años de secundaria del Mariano Acosta, cuarto año si no me equivoco. Incluso llegué a verlo en una foto, había una imagen suya en un diskette. Pero más me interesaba saber qué pensaba, qué cosas le interesaban.
Encontré un papel escrito por él que decía textualmente "mi vida siempre fue una mierda" y abajo "Slipknot". Yo no conocía la banda, la empecé a escuchar por Franco y es gracioso que ahora sea una de las bandas que más me gustan. Conocí otros de sus gustos musicales a través de anotaciones en sus libros del colegio (créanme loca pero revisé cada una de las páginas) entre los cuales figuraban bandas como Blink 182, Árbol y MxPx.
Descubrí otras anécdotas, como que le gustaba una chica llamada Daiana, o que siendo chico le pegó a una compañerita del colegio en el estómago y ella terminó en el hospital. Además heredé un par de libros, entre los que estaban la guía para la vida de Bart Simpson.
Es increíble que jamás lo haya visto, y sin embargo sea alguien que me marcó. Recuerdo que cada vez que pasaba cerca del Mariano Acosta miraba desesperadamente alrededor buscando su cara. Pasé por allí intencionalmente varias veces, aún no sé para qué, ya que aunque lo hubiera visto no le hubiera hablado. Pasó el tiempo y yo jamás lo conocí. Lo último que me enteré de él fue que estaba estudiando antropología en la UBA, lo cual fue el único comentario que hizo la madre la última vez que vino a casa. Ahora ella está en México y no me acepta la solicitud en Facebook. A él no lo encontré. A veces me pregunto si seguirá vivo. Creo que debería dejar de ser tan fatalista.
-My life was always shit and I don't think I need this anymore-
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