Bueno, probablemente se habrán dado cuenta de que me gusta escribir. En mi colegio se realiza cada año un concurso juvenil de cuentos, en el cual participé en el 2009 (aunque el premio me lo entregaron recién el año pasado por diversos motivos que no pienso enumerar). Quedé en segundo lugar, lo hice el día anterior a la fecha de cierre (ya que me había prometido los dos años anteriores que entraría al concurso pero jamás lo hice y decidí que esta vez debía hacerlo) y para mí es una porquería (en especial por el tema del cuento, título de esta entrada) pero al fin y al cabo, es mío. Además, haber ganado setenta pesos por esta porquería no está nada mal, debería intentarlo nuevamente este año. Sin más preámbulos ni aclaraciones entre paréntesis, mi cuento.
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___Era un día aciago, como cualquier otro que se pasara dentro de ese establecimiento miserable al que los infantes esperanzados llamaban hogar. Pequeños copos de nieve se posaban sobre los marcos de las ventanas. Las continuas ráfagas de viento no hacían más que esparcir desasosiego por donde quiera que pasaran, asegurándose de que en ningún rincón de la ciudad reinara la calma. Probablemente, muchas personas pensaron que era una mañana perfecta para dar descanso eterno a sus corazones compungidos. Por lo menos, eso es lo que yo pensaba.
___Ignorando la tristeza que me invadía me dirigí al comedor dispuesto a desayunar. La comida no era abundante, pero me satisfizo. Al poco tiempo, empezaron a llegar los visitantes. Los rostros cambiaban todos los días, sin embargo el anhelo era siempre el mismo. Aquellas personas soñaban con encontrar pequeñitos sonrientes a los cuales amar como si fueran fruto de sus entrañas. Contemplaban a los niños mientras jugaban y pensaban en lo hermoso que sería que su alegría los acompañara por el resto de sus vidas. Pero rara vez reparaban en mí, el chico solitario. Esporádicamente se acercaba alguien y preguntaba acerca de mi conducta, pero todos se alejaban inmediatamente al enterarse de mi carencia de la facultad del habla.
___Para mi sorpresa, ese día fue diferente. Una mujer se acercó a mí con entusiasmo y me trató cariñosamente a pesar de mi discapacidad. Supuse que era una buena persona, ya que la mayoría de la gente desprecia al que es diferente. Además, era muy bonita. Poseía diminutos ojos verdes y cabellos dorados que caían sobre sus hombros. Su nariz era respingada y le daba un toque gracioso a sus expresiones. Se veía como una persona alegre pero sobre todo sencilla, porque no era demasiado meticulosa con su aspecto personal y su vestimenta no era para nada ostentosa. Me contó un par de historias graciosas e hizo algunas preguntas que yo podía contestar asintiendo o negando con la cabeza. Estaba divirtiéndome mucho, pero ella debía irse. Afligido, la seguí con la mirada hasta que desapareció tras la puerta.
___Las mañanas siguientes se desarrollaron como de costumbre. Luego de un par de semanas del peculiar encuentro, me informaron que me mudaría a un hogar para realizar un período de prueba, luego del cual podrían adoptarme si así se dictaminaba. Me pareció una buena oportunidad para variar la rutina, pero me preocupaba el hecho de tener una nueva familia. Estaba convencido de que tarde o temprano se hartarían de mi mudez y desistirían del deseo de tener a alguien más junto a ellos.
___Por fin llegó la tarde en que cambiaría de hogar. La nueva casa se veía bastante acogedora, rodeada de arbustos y pinos. Un camino empedrado me condujo hasta la entrada y la asistente que me acompañaba tocó el timbre. La puerta se abrió rápidamente, como si nos hubieran esperado con ansias. Acto seguido apareció frente a nosotros la mujer que había conocido anteriormente, quien nos invitó a pasar. Apoyé la maleta con mi ropa sobre una pared y me senté en un amplio sillón de la sala de estar. Una vez allí, me percaté de que había un hombre presente en el cuarto. Él también era rubio, pero el color de sus ojos era un azul profundo, que fácilmente podría haber sido confundido con el mar. Las facciones de su rostro eran delicadas y lo hacían verse simpático. Fue a sentarse junto a la mujer, quien estaba en una de las sillas que rodeaban la mesa del comedor, y hablaron con la asistente durante mucho tiempo, mientras yo tomaba leche con cereales.
___Habiéndose ido la señora que me acompañó hasta la casa, la pareja se acercó a mí. Los dos se presentaron, me contaron sobre sus gustos y yo les comuniqué algunos de los míos valiéndome de una hoja y un lápiz. Así, empezamos a entrar en confianza y nos vimos envueltos en una etapa de descubrimientos. Me sentía tan cómodo en esa casa que dejé de pensar en ellos como dos extraños, para pasar a considerarlos mis padres.
___Después de dos meses de mi llegada, se sentía como si hubiera pertenecido a la familia durante toda la vida. Me emocioné muchísimo cuando me contaron que el período de prueba había terminado y podría unirme definitivamente a mis nuevos padres. El trámite demoró un poco, pero finalmente se concretó. No recibiríamos visitas de la asistente social y tampoco tendríamos que hacer informes sobre nuestra actividad, seríamos una familia como cualquier otra.
___Pasábamos mucho tiempo juntos, jugando a la pelota o haciendo dibujos sobre nuestros animales preferidos. También visitamos lugares interesantes, como museos o teatros, de los cuales siempre había oído hablar pero nunca había tenido la oportunidad de conocer.
___Una de las cosas que más disfrutaba, era pasear en el auto. Me divertía admirando el paisaje detrás de las ventanillas e imaginando historias con la gente que caminaba sobre las veredas como protagonistas. Es por eso que el día de mi cumpleaños, mis padres insistieron en conducir hasta un prado a unas dos horas de viaje de nuestra casa y hacer un picnic allá. Yo acepté inmediatamente, maravillado ante la idea de tener tanto tiempo para disfrutar el recorrido, especialmente porque sería en una ruta, lo cual significaba que veríamos muchos animales. Preparamos todo lo necesario para el picnic, lo guardamos en el baúl del coche y nos subimos al mismo dispuestos a partir. Nos abrochamos el cinturón de seguridad y el motor se puso en marcha.
___Viajamos tranquilamente durante una hora, hasta que divisamos algo que nos preocupó. Un auto que venía en sentido contrario al nuestro, parecía haber perdido el control y comenzó a desviarse de su carril.
___De repente, el panorama se volvió caótico. Escuché gritar a mi madre y nuestro auto empezó a dar violentas sacudidas. El miedo me invadió completamente, por lo que cerré los ojos. Quise gritar pero, como de costumbre, fui incapaz de emitir sonido. Sentí un gran choque, luego del cual el vehículo dio un par de vueltas y cayó por una pequeña pendiente. Cuando finalmente se detuvo, me di cuenta de que estaba bastante lastimado, pero el cinturón de seguridad me había mantenido en mi asiento. Abrí los ojos y contemplé a mi madre. Quería asegurarle que todo saldría bien, que no había nada para preocuparse. Nuevamente intenté hablar y decirle cuánto la quería, pero todos mis esfuerzos fueron en vano. Luego fijé la vista en mi padre, quien parecía dormido. Sonreí pensando en que la siguiente vez que lo viera, probablemente estaría dándome galletitas y acariciándome el pelo como si nada hubiera sucedido. Al poco tiempo, me quedé dormido.
___Cuando desperté, me comunicaron que tendría que regresar al orfanato.
___He vuelto al establecimiento, pero ahora lo veo distinto, a pesar de que la madera cruja como siempre y la pintura de las paredes continúe resquebrajada. Ya no soy el chico que se aparta, sino el que más disfruta jugar con los otros. Cada mañana me levanto con una sonrisa en el rostro, pensando en los momentos felices que viví con las personas que más quise. Ellos son valiosos para mí porque me ayudaron cuando más los necesitaba y me cuidaron como a un tesoro irremplazable. Les estaré eternamente agradecido: ahora sé lo que es amar.
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