martes, 22 de marzo de 2011

Cuando el destino es azaroso

¡Qué codicioso es el hombre! Pensar que sufrimos, lloramos y nos matamos por cosas que no valen la pena. ¿De qué nos sirve tener la casa más cara del barrio si no nos sentimos cómodos en ella y no representa para nosotros un hogar? ¿Para qué queremos tener siempre el auto último modelo sin siquiera saber conducir? ¿De qué le sirve a uno todo el dinero del mundo si no es feliz?
Tanta gente se cree feliz y no se da cuenta de que vive vacía. Suertudos ellos, porque morirán satisfechos. En cambio, los otros idiotas que nos damos cuenta de que la vida va mucho más allá, sufriremos hasta nuestro fin. Y quiero creer que realmente va más allá, porque a veces pareciera que en realidad no hay nada más, que la vida es este camino vacío que te dirige hacia la muerte inexorable. Y este pensamiento probablemente cause controversia, puesto que el hombre jamás admitirá que vive la vida en vano, aún cuando se encontraran pruebas fehacientes de ello. ¿Por qué no? Sinceramente hay que ser un poco egoístas para creer que el mundo entero fue hecho para nosotros. ¿Quién nos asegura que no somos más que una especie con suerte, con vida tan efímera como cualquiera? Habría que reconsiderar ciertos aspectos de nuestro pensamiento, moldear nuevamente esas ideas distorsionadas que se nos fueron transmitiendo a lo largo de las generaciones. Tenemos que cambiar como sociedad, debemos cambiar como personas. Pero eso es utópico, por lo que tendré que conformarme con lo que ha determinado el azar para nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario